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Revisión de libretas | Irene Nadal Nicolás

deberes alumnos

¿Quién no recuerda hacer portadas en los cuadernos de cada asignatura? Nada más comenzar septiembre, muchos alumnos se enfrentan a distintas actividades escolares. Detrás de éstas se pueden distinguir las emociones y sentimientos que esconden los alumnos. Irene Nadal, colaboradora de Educando Seguro, nos propone revisar estas libretas con objeto de identificar dificultades e ir más allá de aspectos académicos.

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Aunque cada vez los centros educativos se muestran más cercanos a la era digital, sigue siendo común y habitual, en las etapas de educación primaria y educación secundaria obligatoria, aquella tarea de antaño de realizar portadas para cada asignatura en papel y lápiz; con esta tarea de los primeros días de clase mientras llegan los libros, los accesos a las plataformas, se definen horarios, se estabiliza el listado de alumnos y se incorporan los últimos interinos, se trabajan aspectos importantes como la planificación, organización, anticipación, expresión artística,… y también sirve para evaluar otros matices como, los ritmos de trabajo, la autonomía, el control postural, el agarre, la coordinación ojo-mano y la expresión emocional.

Ante la idea de representar un asignatura o materia en una imagen, los niños deben visualizar cuáles son los aspectos clave que definen esa área, qué es simbólico para ellos y que les sirva de un vistazo rápido para distinguir de qué asignatura se trata.

Profesionalmente, la revisión de libretas es un aspecto a evaluar que aporta gran información; es clave para identificar dificultades de aprendizaje, dificultades en la atención y en las funciones ejecutivas, pero más allá de estos aspectos académicos, puede ser una ventana hacía la identificación del estado emocional de ese niño/a.

¿Qué observamos en estas imágenes?

No hay símbolos específicos que identifiquen de qué materia se trata, no están las imágenes típicas de símbolos numéricos en matemáticas o los paisajes verdes en naturales, el factor común es una pila de libros. Libros que lo envuelven todo. Libros que restan tiempo a la vida lúdica y social que todo niño tiene derecho a tener. Libros que hacen que una niña se dibuje triste, colapsada y que sea, en el mes de septiembre, su pronóstico del curso.

Es solo un indicador, un tragaluz por el que nos deja ver su estado emocional, la necesidad de expresar, en ocasiones sin ser consciente, la ansiedad a la que está sometida ella y cada vez más niños en edades más tempranas y de una forma cada vez más frecuente.

¿Cuál es la historia de estos dibujos? Desde luego hay mucho que valorar, tirar de historial y de expediente, conocer la familia y el equipo docente y quizá no encontremos algo realmente relevante a simple vista, no encontremos riesgo de dificultades de aprendizaje, no encontremos familia con alta exigencia (primeros aspectos a evaluar), y puede que el origen esté en el propio sistema educativo, puede que haya una sobrecarga de tareas escolares, sí, pese a toda la evidencia desde hace años.

Son más que sabidas las orientaciones respecto a la carga de deberes para casa, o al menos eso pensaba yo; nadie está abriendo el debate respecto a tener o no deberes; está claro que estas tareas tienen un objetivo pedagógico beneficioso (afianzar conocimientos, crear hábitos, autonomía,…) pero siempre en su justa medida, acorde a la edad y siempre permitiendo que pueda integrarse en el engranaje de las rutinas familiares, porque si no es así, no hay predisposición, no hay tranquilidad y por ende, pierde totalmente la finalidad para la que se concibieron.

La sobrecarga de deberes tiene graves perjuicios, especialmente para los niños más obedientes, aquellos complacientes que quieren agradar, aquellos niños que, aunque se dibujen tristes son capaces de combinar colores, de llenar toda una página de libretas y detenerse en hacerles detalles, esos a los que al preguntarles directamente no son capaces de expresar lo que dibujan, eso que está en sintonía con lo que sienten.

La carga de tareas para casa debe tener un sentido para el propio aprendiz y también para el instructor, debe ser justificada, de modo que actúe al ritmo de la motivación y la autorregulación y que junto con el feedback lo más individualizado posible de este trabajo por parte del docente, alcancen una dinámica equilibrada a lo largo del curso.

Los deberes se asientan en un compromiso, un acuerdo basado en el respeto, siendo conocedores de su esfuerzo y siendo responsables con la merecida evaluación, una valoración concienzuda, al detalle y que inspire el interés de los chicos/as en seguir confiando en esta tarea; intentemos eliminar aquella evocación “¿para qué tengo que hacer deberes? No me sirve para nada”, empecemos por empatizar, todos hemos sido, y seguimos siendo, alumnos, no repitamos patrones sin sentido vacíos de contenido: “hay que hacer los deberes para aprobar”.

La ansiedad es un peligro que cada vez acecha a edades más tempranas, que debemos trabajar, que debemos identificar tempranamente y en la que debemos, por supuesto, asumir nuestra culpa como educadores, pues en el mundo de los niños y adolescentes el sistema educativo es la mitad de su vida, a veces incluso más.

Seamos conscientes de nuestra presencia, de nuestra influencia y seamos coherentes y respetuosos.