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Educar para forjar Ciudadanos

Educar para forjar ciudadanos

José Carlos Cutiño, abogado y experto en Consumo y colaborador de Educando Seguro ahonda en bucea en el sistema educativo no tanto desde la formación y currículo académicos sino como un sistema orientado a la formación de ciudadanos libres y pensantes en sociedades económicas, políticas y sociales.

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No hace mucho, dedicaba mis líneas a la importancia de la educación financiera sin caer en la cuenta de que, quizás, iniciábamos la casa por el tejado, y plantearnos si nuestro sistema educativo está diseñado y capacitado para formar ciudadanos críticos y preparados para afrontar las relaciones sociales, económicas e incluso políticas, tanto desde un perspectiva individual como colectiva.

Y es que nuestro sistema, con sus eventuales bondades y sus muchas carencias, puestas de manifiesto en el informe PISA –por ejemplo- está, presuntamente, orientado a proporcionar una formación académica, pero muy poco enfocado a dotar a los futuros ciudadanos de las herramientas, valores y criterios para serlo.

Obviamente, no estoy hablando de la manida educación para la ciudadanía, como alternativa a la formación religiosa, sino de la necesaria educación respecto de aquellas cuestiones que nos hacen ser ciudadanos, personas, individuos, críticos y solventes para afrontar el complejo entramado de circunstancias que nos plantea nuestra sociedad. Hablamos de relaciones económicas –tan complejas en el contexto de nuestra economía de libre mercado-, de relaciones sociales y culturales –bajo paradigmas de participación, tolerancia y respeto-, de relaciones políticas –superando la crispación y radicalización que distorsiona el escenario patrio-,… En definitiva, hablamos de compatibilizar la formación académica con la formación necesaria para vivir en esa sociedad, aportando  valor como individuo y contando con los conocimientos y medios intelectuales idóneos para reconocer nuestros derechos y obligaciones y ejercerlos con responsabilidad para el bien propio y el bien común.

La escuela no puede renegar de su responsabilidad en la formación integral de su alumnado, mucho más allá de los currículos académicos rediseñados una y mil  veces en aras de intereses políticos

Son muchos los escenarios en los que se pueden observar las carencias que arrastramos en ese ámbito, fácilmente verificables por el amplificador de las nuevas tecnologías de la sociedad de la información, que han proporcionado un revelador –a veces trágico e innecesario- escaparate a lo que, probablemente, debía quedar en la intimidad de la propia ignorancia.

Y también son muchas las ocasiones en las que podemos comprobar como ese espacio formativo que no ocupa la educación reglada, termina siendo ocupado por los medios de comunicación de masas y las redes sociales, convirtiéndose en referentes determinados iconos que poco o nada aportan a las personas, especialmente las más jóvenes, carentes de esos ejemplos válidos, reemplazados por ídolos de barro, becerros de oro que poco aportan más que frustración y –con demasiada frecuencia- vergüenza ajena.

En este contexto, la escuela no puede renegar de su responsabilidad en la formación integral de su alumnado, mucho más allá de los currículos académicos rediseñados una y mil  veces en aras de intereses políticos partidarios que impiden que tengamos un sólido proyecto educativo de nación. Y no hablamos tanto de ideario filosófico, político o religioso, que también –en aras de la libertad y pluralismo que debe ofrecer el sector educativo-, sino de la educación para ser un elemento válido para la sociedad, de la formación crítica para afrontar las relaciones de mercado en torno a las cuales se va a desarrollar su vida y su bienestar, del criterio político para no ser carnaza de engaño ni borrego en el rebaño.

Hablamos, en definitiva, de una educación para forjar personas, aunque la pregunta sería si esto es lo que desean quienes viven del cortoplacismo de la venta de motocicletas y si cabe esperarlo de quienes tienen la potestad para hacerlo.

Sobre el autor

José Carlos Cutiño es abogado especialista en Derecho del Consumo y Relaciones de Mercado, Derecho Mercantil, Civil y Matrimonial Canónico. Experto en Responsabilidad Social Corporativa y Participación y Relaciones Institucionales.