Relación familia-adolescentes en tiempos de Covid
Nuestro colaborador Francisco González Lozano, pedagogo, nos cuenta cómo están viviendo tanto padres como educadores esta nueva realidad desde que irrumpió en nuestras vidas el Covid-19. Por un lado, sentimientos que afloran, adolescentes que se sienten «encarcelados» y a los que no les queda más tiempo que pasar más tiempo con sus progenitores. Por otro lado, padres y tutores que deben recurrir a la paciencia (y mucha) y a la empatía para sobrellevar esta situación.
La situación actual de pandemia nos ha cambiado muchos esquemas mentales. La razón de un cambio de mentalidad normalmente viene motivada por experiencias. Si una experiencia en la vida de una persona es fuerte, puede provocar un cambio hondo de maneras de pensar, de sentir y de actuar, es decir, en la manera de ser.
No cabe duda que la experiencia de confinamiento en casa, el teletrabajo, las nuevas maneras de relación impuestas por las autoridades sanitarias está teniendo consecuencias en nuestra manera de ser social.
El conflicto en la relación educativa con adolescentes es un tema habitual y recurrente entre familias y escuela.
También en el interior de las familias, el hecho de estar más tiempo juntos y salir menos en grupos de iguales, ha permitido abordar unas relaciones de convivencia familiar intensa que en el caso de los adolescentes y sus padres ha podido generar conflictos. Los profesionales de la educación (profesorado y orientadores), a través de las tutorías y de las entrevistas nos encontramos frecuentemente consultas de los padres y madres sobre las relaciones con los adolescentes.
El conflicto en la relación educativa con adolescentes es un tema habitual y recurrente entre familias y escuela. La adolescencia es una etapa de cambios, ya que se va configurando la identidad personal, autónoma y diferencial de la persona del niño que se va transformando en individuo adulto y distinto. El adolescente ya no quiere depender de sus progenitores de forma tan directa y evidente como antes. Esto genera en los progenitores cierta inseguridad en su papel educativo. Ante esta realidad de la psicología evolutiva, la relación paterno-filial más correcta sería destacar y potenciar en los aspectos positivos que aporta.
El conflicto relacional con adolescentes está marcado por lo que yo llamo contrastes PAF:
El contraste P entre permisividad y protección: la relación educativa con la adolescencia requiere por parte de padres y profesorado declinar en protección, que en muchos casos se puede convertir en sobreprotección negativa para el desarrollo integral de los chicos, y requiere, medir el grado de permisividad a través de la negociación de normas y límites en casa y en el colegio.
El contraste A entre autonomía y autoridad: los chicos van creciendo en autonomía general de pensamiento y acción frente a sus padres sin que éstos tengan que perder la necesaria autoridad que procede de su responsabilidad sobre los menores.
El contraste F entre fragilidad y fortaleza: la infancia débil se va tornando en jóvenes fuertes convencidos de sus propias decisiones que van dando sentido libre a sus vidas.
En fin, un reto para ellos, porque necesitan implementar un esfuerzo de superación, y para nosotros, educadores, por el gasto de energía que nos genera con altas dosis de paciencia y empatía.