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El valor del error | Fran González

Tareas en la escuela

Fran González, pedagogo y orientador, nos habla de la importancia del error en la educación como factor clave de aprendizaje. La tarea de padre y madre no es fácil pero también hay que aprender a dejar que los hijos se equivoquen para propiciar el desarrollo del educando.


“Hoy tenemos deberes de matemáticas.” Esta frase pronunciada por una madre o un padre puede ocultar una falta de enfoque adecuado en la labor educativa y académica con los hijos. Actualmente, en el seno de la Comunidad Educativa, estamos en un momento en que debemos preguntarnos si es adecuado que las madres y los padres estemos presente, al lado de nuestros hijos, todo el tiempo en que los niños están haciendo los deberes escolares o las tareas de clase.

Una vez que los niños han dejado la Etapa Infantil y van creciendo, los padres y madres podemos cuestionarnos, si hay que continuar con la costumbre de preguntar a otros niños o padres por los trabajos que tienen que presentar nuestros hijos; si es correcto, ya sea en la puerta del colegio o a través de aplicaciones de mensajería en el teléfono móvil, ser la agenda de nuestros hijos; o si es adecuado organizar las relaciones sociales como, por ejemplo, intercambiar cromos en nombre de los niños y niñas. Hemos llegado a ver, incluso, a progenitores que acompañan a su “niño” universitario a revisar los exámenes.

La pregunta clave en este asunto es ¿tienes que ser la agenda de tus hijos?

Evidentemente la respuesta es no. Y, sin embargo, esa actitud paternal se da con frecuencia. Si analizamos las causas que sustentan este comportamiento inadecuado por parte de los padres y madres podemos encontrar dos:

a) Por un lado, la falta de tiempo que tenemos en las familias, a consecuencia de las largas jornadas laborales y de las tareas de la vida cotidiana y, también, por la cantidad de actividades extraescolares a la que sometemos a nuestros hijos que llenan el tiempo, que permiten la conciliación de la vida laboral y familiar o, lo que sería peor aún, porque creemos que los niños deben estar ocupados siempre.

b) La otra causa es el miedo al fracaso; y es un miedo de dos caras: miedo al fracaso de nuestros hijos y miedo al propio fracaso como padres, si los niños no lo hacen todo bien, parece que nosotros los padres tampoco lo estamos haciendo bien. Sin embargo, es bueno equivocarse, porque del error se aprende; una de las fuentes principales de desarrollo y aprendizaje es el ensayo y error, si quitamos una de las dos variables, falla la ecuación.

Hay que dejar que los hijos se equivoquen; hay que valorar el error cuando es fruto del atrevimiento y de la creatividad; el error es aprendizaje siempre. A Thomas Edison, cuando inventó la bombilla incandescente le preguntaron que, cuantas veces se había equivocado antes del resultado final, dijo que muchas, más de cien, y por eso ha logrado el éxito, fruto de los errores anteriores.

Si no permitimos el error y la equivocación, se pierden habilidades fundamentales para el desarrollo personal, entre ellas la autonomía. “Soy” y “Quiero” son dos grandes aliados de la proactividad y el desarrollo de la persona. Hay que dejar que se autoconstruyan tomando decisiones a su nivel, no suplantar su iniciativa sino alentarla. Si asumimos sus responsabilidades estamos creando niños “inútiles”.

Respecto a las tareas escolares, ayudar sí, pero no hacer por ellos los deberes y trabajos. El lugar de los padres y madres está un paso por detrás, asesorando, orientando, guiando, apoyando, pero no tirando de ellos porque entonces van detrás. En alguna ocasión se ha hablado de los padres “helicópteros” como metáfora de los progenitores que supervisan todo y van avisando de los baches para no caer en ellos; sin embargo, caer en los baches les permite levantarse de nuevo, y eso los hace más fuertes.

Sobre el autor:
Francisco González Lozano. Pedagogo, orientador y colaborador de Educando Seguro.