Acoso con resultado de muerte, Fran González Lozano
En Sevilla, una adolescente de 14 años se ha suicidado en su casa al salir de clase. Según ha trascendido, estaba acosada por compañeras de su colegio, de su mismo nivel académico.
La administración educativa dice que el colegio no ha actuado como debía. En mayo del año pasado, con motivo del día internacional sobre el acoso escolar, publicamos, en este blog, un artículo sobre el acoso escolar y el ciberacoso. Ahí, ofrecimos pistas de actuación para las familias en casa, con la justificación de que se habían asociado casos de suicidio adolescente con el acoso.
Ahora, en esta ocasión, queremos ofrecer criterios pedagógicos para los centros escolares. Si se confirma que el centro educativo sevillano no ha implementado las acciones necesarias, considerando que la familia de la víctima había denunciado el caso, la responsabilidad del centro escolar se ha visto en entredicho gravemente.
Es verdad que el profesorado está sometido a un estrés laboral considerable. Entre trámites
burocráticos diarios y preparación de clases y evaluaciones, con la atención a la diversidad más
como deseo que como realidad de personalización de la enseñanza y, todo ello, con el telón de
fondo de la falta de autoridad educativa fruto de la sobre protección a los menores por parte de
la mayoría de sus progenitores. Además, encontramos que la inspección educativa, muchas
veces, no ayuda porque no se quiere enfrentarse a los padres ni a los problemas reales sino,
exclusivamente, solventar la documentación.
En un centro escolar de cualquier etapa, infantil, primaria o secundaria, partimos del principio de
que el nexo de unión, esencial y cotidiano, entre los padres y el centro es el tutor del aula. El
profesor tutor de sus hijos es el rostro visible donde los padres encuentran la atención y la
relación educativa indispensable entre la familia y la escuela.
El tutor, desgraciadamente, se enfrenta a situaciones que, en ocasiones, son desagradables.
Nos referimos a conflictos graves que requieren intervención adecuada, proporcionada y justa.
Las situaciones de acoso son uno de esos asuntos difíciles que nunca gustan, pero que pueden
aparecer en cualquier clase de cualquier centro. Sabemos que el porcentaje de casos es
alarmante y sucede más de lo que nos imaginamos. En ocasiones se produce de forma sutil y
latente que puede pasar desapercibida para los profesores pero que detectan las familias.
Al tutor le corresponde gran parte de la intervención con el alumnado y con los padres. Tanto si
es un padre el que denuncia porque tenga una sospecha de acoso hacia su hijo, como si es
algún compañero de clase o el propio alumno acosado quien denuncia la situación, siempre hay
que escuchar. Después será o no será, más o menos grave, pero siempre hay que tomar medidas
y la primera es indagar sobre el estado de la cuestión. No podemos minimizar, ni dejar pasar el
asunto. Mientras antes se intervenga mejor. La resolución de cada caso será diferente, adaptada
a los hechos y las personas, pero destacamos algunas constantes pedagógicas que son
necesarias para un correcto tratamiento por parte del centro.
El acoso es una cuestión relacionada con la convivencia. Aplicar con acierto las normas de
convivencia siempre es preventivo. Que las normas sean claras y expuestas a todos los sectores
de la comunidad educativas para su conocimiento. Ante un incumplimiento se efectúa la sanción correspondiente, siempre. De no ser así, la impunidad se va adueñando del ambiente escolar y
cada vez resultará más compleja la convivencia.
La figura del mediador puede ser un elemento clave en la manera de afrontar el asunto. La
mediación está resultando la medida más adecuada de resolución de conflictos en el ámbito de
la convivencia en los centros. La educación es la prevención, por lo que esta figura de mediación
tiene como tarea importante intervenir en el conflicto de convivencia durante la fase inicial del
mismo, con ello evitamos que haya que tomar medidas más drásticas con las que resulta difícil
que el problema se resuelva de manera positiva para todas las partes.
Si el tutor recibe la información o él mismo ha sido testigo o sospecha que un niño o adolescente
se encuentra en circunstancias de presunto acoso, debemos actuar rápidamente. Si es la familia
del acosado quien denuncia la situación, los tutores tenemos que prestar toda la atención, pero
siendo cautelosos, de manera que podamos confirmar las sospechas sin que nuestras pesquisas
contribuyan a incrementar el posible sufrimiento que esté padeciendo la víctima. Así mismo, las
medidas que tomamos han de afectar a los menores implicados únicamente de forma positiva.
Lo primero que necesitan los padres es ser escuchados. El tutor tiene que atender de manera
empática, con escucha activa para que se sientan plenamente comprendidos. La actitud del
tutor es esencial para bajar el nivel de angustia que la preocupación por la situación ha provocado
en la familia.
El tutor tiene que transmitir a los padres la certeza de que va a indagar sobre el asunto, va a
descubrir todos los hechos que hayan sucedido y va a intervenir de manera educativa con las
personas implicadas. Además, tiene que decir a los padres que volverá a citarlos para informarles
de los resultados de las indagaciones y de las medidas que el equipo docente tomará al respecto
una vez dilucidado el asunto.
Si resulta que la acción preventiva ya no cabe porque se ha evidenciado que ha habido acoso,
entonces procede la correspondiente sanción. En ese caso, la sanción será proporcional y
buscará la restitución de la convivencia. Si hay denuncia penal eso es decisión de la familia.
Considerando que el tutor ha hecho su tarea de indagación y ha confirmado la existencia de
acoso, tiene que poner al corriente del caso a la familia del acosador o acosadores. Para esta
comunicación es importante en el tutor mantener dos actitudes básicas con los padres del niño
o adolescente denunciado. La primera coincide con el trato a los padres de la víctima: la empatía.
La segunda actitud propia de un educador: transmitir la necesidad de la promoción de los valores
de convivencia y respeto, así como la restitución de los mismos tras la pérdida de estos causada
por el acoso.
Es esencial para el tutor tener muy claros los hechos y contar con evidencias, a la hora de
informar a los padres del acosador. Inmediatamente después informar a los padres de la sanción
que va a recibir su hijo. La sanción corresponde decidirla al ámbito centro escolar y será
proporcional y justa atendiendo a la normativa vigente. No obstante, lo verdaderamente
importante es que al acosador le tiene que servir de experiencia para no volver a acometer actos
constitutivos de acoso en ningún otro caso. En este contexto educativo el tutor instará a los
padres para que se impliquen en la necesidad de aprender del error.
En mi libro “Aprender del espejo” (Ed. Khaf) comento que, con los padres de un acosador, el
tutor, en su vocación de ayuda, puede instruir a la familia en la técnica del reencuadre. En este
sentido hay que focalizar el proceso educativo desde el pasado negativo hacia un futuro positivo.
Ayudar a pasar de una perspectiva individualista a una colectiva y social donde el respeto a las diferencias es la principal norma de convivencia. Descubrir que la aparente debilidad de algunos
puede ocultar fortalezas y grandes posibilidades. La carencia de empatía por parte del acosador
está entre las causas de ese tipo de conductas deplorables. Frecuentemente el acosador no
actúa solo sino en grupo, aunque pueda existir un cierto líder, hay que trabajar con el líder
particularmente los valores del respeto y la diversidad para un liderazgo positivo.
El uso de las redes sociales en soporte telemático ha traído, entre muchas posibilidades de
comunicación, algunas consecuencias negativas como es el ciberacoso. A veces, escondidos en
el supuesto anonimato de lo virtual, se dan situaciones de acoso tan complicadas o más que el
acoso presencial.
Para un tutor y equipo docente, intervenir en este tipo de casos, no sólo es necesario, sino que
es una obligación profesional. Donde hay chicos que sufren mucho, aunque el acoso no se haya
dado en horario escolar y fuera del propio centro, pero afecta a personas de la comunidad
educativa, por lo que las consecuencias sí afectan. En un centro escolar no sólo importa el
aprendizaje académico del alumnado, sino también y principalmente, el desarrollo humano. Los
valores cívicos, de convivencia y de inclusión han de estar siempre presentes en las relaciones
educativas.
El ciberacoso es el modo de bullying a través de redes sociales. Por tanto, el centro escolar debe
hacer una gestión semejante al acoso que hemos comentado arriba, insistiendo en la implicación
de las familias. Somos conscientes de que, en muchos casos, el acosador carece de estructura
familiar estable que dificulta la implicación en la resolución de casos. En situaciones de este tipo,
una red de iguales o de jóvenes mayores que incluso hayan vivido experiencias, como acosador
o acosados, pueden ser de gran ayuda en la formación de espíritu crítico sensible al tema. Montar
debates y mesas redondas con víctimas y agresores reeducados suele ser una experiencia
formativa eficaz.
Sobre el autor:
Francisco González Lozano. Director de Recursos Humanos de Provincia canónica de España-Sur de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl,
